viernes, 22 de abril de 2011

Romance de la flor que se hizo estrella


Cuando llega la noche, mi mirada va a una estrella que fue mi flor de primavera.  Y, entre sombras, yo recuerdo la fragancia suavizada de quien fue una rosa nueva.
A veces me duermo traicionado por el silencio que se engancha de mis labios, no por el gusto de dormir. Muchas veces he pensado que es peor estar despierto cuando hay lágrimas sin fin. 

Por la vida yo voy mustio como la flor que arrodillada llegó al añejo otoño. Soy un hombre que ha llorado por la rosa del enigma que después se fue del todo.
Si hubo alguien que la quiso, es el hombre que hoy la mira ser estrella sobre el cielo. Y hoy yo espero hallar la muerte para ser el ángel puro que le pida su regreso.

De un buen un día fue una rosa, pero una noche se hizo estrella: y la mujer, que fue gloriosa, se colgó del alto cielo y se acabó la primavera. 
Y hoy, que el día ya no es nada y que la noche ya es muy poco, yo recuerdo a quien amaba y a ese amor que hubo nosotros. 

Cuando llega la noche, mi mirada va a una estrella que fue mi flor de primavera.  Y, entre sombras, yo recuerdo la fragancia suavizada de quien fue una rosa nueva.
A veces me duermo traicionado por el silencio que se engancha de mis labios, no con la idea de dormir. Muchas veces he pensado que es mejor pasar por muerto cuando hay lágrimas sin fin. 

Infierno


Donde los ojos son una lágrima, hoy los míos son el mar, son las olas que arrecian y la espuma de agria sal. 
La noche está triste y no ha llegado la lluvia... No ha llegado el invierno y la noche ya está triste.
Desde la tristeza, extraño lo que fuiste porque ya no sé lo que eres hoy, y, pensando fijamente, no hay quien pueda comprender. 
No hay noche más triste que la que no te ha invitado a ser luna, ni hay hora más lúgubre que la que no te ha llamado a ser mi musa. 
Por cada lágrima que cae, una estrella amenaza con matarse y con decirle al Dios eterno que ya no quiere iluminar.
En el ayer, conocí la belleza y también la poesía. Nunca conoceré el paraíso porque nunca te besé, pero al menos supe que existía…  

Donde los ojos son una lágrima, hoy los míos son el mar, son las olas que arrecian y la espuma de agria sal. 
La noche está triste y yo veo soñar mi muerte... Aun me siento algo joven y la noche ya está triste.
Desde la tristeza, pienso cuánto me quisiste y que no me quieres hoy, y, pensando fijamente, no hay quien pueda comprender. 
No hay noche más triste que la que no te ha invitado a ser luna, ni hay hora más lúgubre que la que no te ha llamado a ser mi musa. 
Por cada lágrima que cae, un latido de los míos amenaza ser el último y hace hallar a un corazón en total fragilidad.
En el ayer, conocí la belleza y también la poesía. Nunca conoceré el paraíso porque nunca te besé, pero al menos supe que existía…  existía y se me fue…

Mi prima es una princesa



Mi prima no tiene un castillo, 
ni trono, ni joyas doradas,
su sala es un cuarto sencillo, 
de libros y cosas tiradas. 

Mi prima no tiene sirvientes, 
ni tiene un bufón colorado,
y siempre se mira sonriente,  
atada a su mundo soñado. 

Se sabe que siempre sonríe
-mi prima es una princesa-,
se ríe… en su mundo se ríe,  
y nunca ha tenido riqueza.

No sabe de piedras lujosas, 
e ignora el color del zafiro: 
le basta el olor de las rosas 
y todo el azul de los lirios.  

¡De risas jamás se separa, 
aun sabiendo de penas!,
¡la dicha le llega a su cara 
con sólo leer un poema!

Mi prima no quiere alhajas 
en cofres de los tiranos.  
¡No busca ni quiere cajas 
que piden los inhumanos¡

Le basta con ver las flores 
que viven en su jardín.
¡Mi prima, de mis amores, 
es alma de un serafín!

Su padre no es rey de reyes, 
su madre no reina nada, 
¡mas si ellos se ven alegres 
su dicha se ve sagrada! 

Mi prima no quiere un castillo 
ni tronos, ni joyas doradas.
¡Anhela que abunde el cariño
en toda su humilde morada!

Mi prima es de gran nobleza, 
es alma que está purgada.
Mi prima, por ser princesa, 
¡Merece sentirse amada!