lunes, 31 de enero de 2011

Debajo de un puente


Se nubla la noche y comienza a llover 
con tersa terneza en el alma materna;
y el alma de gloria que da esa mujer, 
es alma que canta gloriosa y eterna.


Se viene la noche, empieza el invierno, 
y el soplo de frío se siente enseguida; 
la noche grisácea parece un infierno 
que cubre con furia la faz de la vida.


Debajo de un puente se ve una mujer 
meciendo a su hijo con hondo pesar.
Se nubla la noche, comienza a llover
y nace la historia que vine a contar.


Con algo de frío una madre nocturna 
hoy besa a su hijo debajo del puente;
y, aún cuando el niño la ve taciturna,
su madre sonríe con aire envolvente. 


Por ver a su niño riendo en el mundo 
luchó como madre y peleó sin cesar;
y siendo muy joven con aire fecundo 
no quiso olvidarlo, ni quiso abortar.


Su padre indolente no quiso entender 
que niño que llega se vuelve bendito;
por eso, esa joven luchó por doquier 
con fe de semilla o con fe de granito. 


Y ese que amaba, también fue poltrón 
al no decir nada, por pronto escapar;
no quiso ser padre, perdió el corazón,
ni supo ser hombre, cayó por callar.


Se nubla la noche y comienza a llover 
mas la madre divina, nunca claudica;
y el alma de gloria que da esa mujer
es alma que sólo en el puente radica.


Se viene la noche, empieza el invierno 
y el hijo del puente se pone a dormir;   
la noche grisácea parece un infierno 
mas todo se ignora si sueña en vivir.


Debajo de un puente se ve una mujer 
meciendo a su hijo con hondo pesar.
Se nubla la noche, comienza a llover 
y sigue la historia, que quise contar.

La gata de Ana María



Clarita, la gata de Ana María, 
su amiga por tanto tiempo,
se siente, en la luz del día,
maullando en el firmamento.
Se dice que suelta un canto 
que azula en el mediodía:
lo suelta a quien quiso tanto
…Y el canto va a Ana María.


Se alegra el sol de la tarde, 
se pinta la flor de estío:
la gata su amor comparte
y en Ana ya no hay vacío.
Se mezcla con el recuerdo 
la dicha con la tristeza:
hoy todo queda en silencio
y en una inmortal belleza.


De pronto la noche llega
y hay llanto en Ana María; 
y un astro da la quimera:
¡Su gata en el cielo espía! 
Con ellas se teje un sueño 
que gira hacia a lo bendito
y, en una nube del cielo,
se juntan por un ratito.


Clarita fue compañera, 
fue tanto como una amiga:
hay seres que en esta tierra 
se clavan como una espiga.
(Se clavan en pleno pecho, 
se quedan en nuestro mundo; 
nos brindan todo su tiempo,
¡Son horas en un segundo!)


Clarita, la gata de Ana María, 
su amiga por tanto tiempo,
se siente, en la noche fría,
maullando en el firmamento.
Se dice que suelta un canto 
que azula la pena umbría:
lo suelta a quien quiso tanto
…Y el canto va a Ana María.

domingo, 30 de enero de 2011

¡Vengo de Chile!


¡Vengo de Chile, de una humilde morada
que respira apartada del resto del mundo!
Vengo de una tierra, que es tierra sagrada  
envuelta en aromas con viento profundo.

¡Vengo de Chile, de una gran Cordillera 
que es toda princesa y es toda hermosura!
Mi patria es el nido de la nieve placentera:
mi Chile, a lo largo, se viste de blancura.

¡Vengo de Chile, de los barrios del artista  
en donde se esculpe, se escribe y se actúa!  
Y en cada Chileno se asoma un humorista 
que siempre critica y por siempre evalúa.  

Mi Chile es desierto, mi patria es calurosa, 
y en las cumbres del norte su faz se solea;   
mi Chile es lluvioso, mi tierra es frondosa, 
sus pies se humedecen con honda marea.

¡Vengo de Chile, de una patria de poetas, 
a pintar en el alma lo que Chile significa,
que allá la mujer es la flor de las macetas,
en donde renace con el agua que salpica!

¡Vengo de Chile, de las tierras de Neruda, 
con mi lira de lluvia, con mi verso sureño!
Mi Chile es la gente que siempre te saluda,
mi Chile es un sitio de vida y de ensueño.

¡Vengo de Chile, de los campos dibujados 
que se tiñen de copihue, color de corazón!  
Mi tierra es la cuna de los mares azulados 
y también es el lecho de la tersa nevazón. 

¡Vengo de Chile, de una humilde morada 
que posa pintada del color de la bandera!  
Mi patria es su valle, su lago y la cascada,
mi Chile es la musa de luz en primavera. 

¡Vengo de Chile, de la patria de Gabriela, 
con mi lira soleada, con mi canto nortino!  
yo traigo el huemul y el cóndor que vuela  
con ojos que tintan su vista en el camino.

¡Vengo de Chile, de la nación de la gloria, 
y alzo la voz pa' que el mundo me escuche!
Mi lar es la casa que luchó por su historia,
mi Chile es el sitio del valiente Mapuche.

Mi Chile es humilde, mi Chile es tranquilo,
no busca el maltrato, no admite violencia;
mi patria es la tierra que te brinda el asilo,
y mi gente es la gente de dulce inocencia.

¡Vengo de Chile, de unos prados bañados 
con sangre de hombre y con luz de mujer! 
Yo tengo, en mi vista, los ojos perfumados 
por venir de la tierra que vino a florecer. 

¡Vengo de Chile, de los cantos de Violeta,
a cantarle a la vida y a mi pueblo bendito, 
porque en todo Chileno se anida un poeta
que canta y recita de su tierra al infinito!.

¡Vengo de Chile, de una humilde morada 
que está custodiada por la nieve y el mar!
Mi patria es un pueblo de gente esforzada
y mi gente es la gente que vino a luchar.

¡Vengo de Chile, de la comarca y del vino, 
a dejar con el canto una lira embriagada! 
Mi Chile es la musa de un verso cristalino,
mi tierra es extensa, mi tierra es delgada.

¡Vengo de Chile, de las musas de Vicente, 
a llenar de claveles las glorias del mundo!
Mi canto de Chile es un cántico a la gente 
que clama la paz por un simple segundo.

¡Vengo de Chile, de la patria y del obrero, 
a regar con poemas los prados de la vida!  
Mi patria es minera, mi Chile es pesquero, 
y en todo destino deja un alma florecida. 

Mi Chile es lluvioso, mi patria es frondosa, 
y sus ojos son gotas de verdín transparente;
mi Chile es desierto, mi patria es hermosa,
y su cuerpo es sereno, lozano y candente. 

¡Vengo de Chile, de una estrella solitaria 
que brilla en el huerto de un cielo lejano!
Vengo de un Chile, que es tierra solidaria, 
de sudor en la frente y calor en su mano. 

¡Vengo de Chile, de mi pueblo encantado,
con un pecho de cobre y un alma marina! 
Mi patria es el huaso del rancho aromado
y mi tierra es su cueca de esencia divina.

¡Vengo de Chile, de una humilde morada 
envuelta en perfumes de un viento sereno!
Vengo de una tierra, que es tierra sagrada, 
que a mí me bendice por ser un Chileno.




martes, 11 de enero de 2011

Bastante



Bastante te quise, bastante me amaste,
con cierto placer y con honda pasión:
dijiste quererme y quererme lograste,
y tu beso una tarde quedó sin loción.

Bastante me amaste y bastante te amé
con luz de poeta, con alma de amante,
yo quise quererte y lo que quise logré,
por eso tal vez mi dolor es constante. 

Bastante te amé y bastante me amaste, 
mi suerte fue tuya y tu suerte fue mía: 
dijiste quererme y quererme lograste
y tu musa una tarde borró su poesía.

Bastante me amaste y bastante te amé,
con fe de poltrón, con aura de errante,
yo quise quererte y lo que quise logré 
y por eso te odié... bastante, bastante. 

Me recuerdo en la noche...



Me recuerdo en la noche de tus labios florecidos
cuando eras el astro que en mi boca se encendía,
te recuerdo en el lecho que soltaba mis sentidos
como quien esboza un verso sin saber de poesía.


Me recuerdo en la brisa de tu mirada silenciosa, 
-la cual me daba un cielo de jardines estrellados-,
te recuerdo en el aroma que te hacía ser mi rosa
aún cuando tu nombre era de pétalos plateados.


Me recuerdo en las nubes de tus senos sigilosos
que envolvían el perfume de mi sueño celestial,  
te recuerdo sudando cuando estábamos ansiosos  
por sentir que el amor se palpaba en el umbral.


Me recuerdo en el lucero que brotaba de tu boca
al sentir en tus labios los fogones de un suspiro, 
te recuerdo abrazada a la penumbra que sofoca
cuando un lazo enamorado ve perdido su respiro.


Me recuerdo en el alba que soñando nos hallaba 
enlazados en un beso que en la paz se sostenía,
te recuerdo en mi pecho al decirte que te amaba 
como sólo ama el poeta a su musa en cada día.


Me recuerdo en la alcoba al estar entre tus besos
que hacían que ignorara la llegada de la aurora,
te recuerdo en mis ojos que soñaban estar presos
en aquella mirada que hoy el alma tanto añora.


Me recuerdo en la aurora con la flor más bendita
que mis ojos hallan visto en cualquier primavera,
te recuerdo en mis dedos como a una margarita,
la cual, al darse hermosa, muy pronto se incinera.

Canta Gianina*



Canta Gianina, nunca sueltes tu canción, 
que vibra en tu voz un ángel de la gloria. 
Cántale a los sueños con todo el corazón, 
cántale al futuro y cántale a la historia.


Canta Gianina, nunca sueltes tu canción,
que la vida precisa de su nota de pureza 
y nunca te olvides que amar es la loción 
del alma que sabe soñar en la simpleza.


Cántale a la tierra, como tú sabes cantar,
con tu voz de la miel en la viva colmena.
Cántale al destino y sólo cántale al azar
cuando alce tu lira su luz de luna llena.


Canta Gianina, nunca sueltes tu canción,
que la luz del azur anida en tu garganta. 
Cántale a los astros con toda tu emoción 
cántale a la flor y cántale a una planta.


Canta Gianina, nunca sueltes tu canción,
pues niñas como tú elevan sus quimeras 
y nunca olvides que la mayor bendición 
reluce en las almas que vuelan sinceras.


Cántale a la tierra, como tú sabes cantar,
con tus musas del alma, del alba serena. 
Cántale a la vida, al amor que sabes dar
y a la lira del azul de tu luna de azucena. 


Canta Gianina, nunca sueltes tu canción, 
que niñas como tú levantan su quimera.
Cántale al gentío con tu voz de la ilusión 
cántale al pobre y cántale a cualquiera.


Canta Gianina, nunca sueltes tu canción, 
que si cantas los niños darán su sonrisa
y nunca dudes que tu canto es tu misión
aun cuando el mundo gire muy de prisa.


Cántale a la tierra, como tú sabes cantar,
con tus cuerdas aladas, de paz cristalina.   
Cántale a ese ángel y no dejes de soñar:
sigue soñando, y sólo cántanos, Gianina.

sábado, 8 de enero de 2011

Me olvidaste…


Cuando a ti llegue la noche, que llegue también la tristeza, porque sólo ella hará que veas lo que yo vi en ti cuando partiste. No importa el día que llegue, no importa que llegue tarde: que llegue a ti la tristeza con la fuerza que me olvidaste.

Me olvidaste... Te olvidaste de mi sonrisa, ignoraste todas mis lágrimas: yo fui una hoja en tu brisa cayendo sobre mi lápida. 
¿Mi lápida?… Me voy a quedar dormido para nunca más despertar: te voy a entregar mi olvido y el final de mi suspirar. 

Bueno. ¿Y tu noche?... Que sepa tu noche triste que yo voy más triste que ella, que todo lo que dijiste se fue en la fugaz estrella.
¿Estrella?… Así de bella te soñé un día cuando supe verte a mi lado: fue belleza que me mentía por el hecho de haber soñado.

Me olvidaste... Te olvidaste de mi poema, ignoraste todos mis versos: como la hoja que mal se quema, yo fui sólo un papel viejo. 
¿Papel viejo?... Me voy a quedar dormido para nunca más despertar: te voy a entregar mi olvido y el final de mi suspirar.

Cuando a ti llegue la noche, que llegue también la tristeza, porque sólo ella hará que veas lo que yo vi en ti cuando partiste. No importa el día que llegue, no importa que llegue tarde: que llegue a ti la tristeza con la fuerza que me engañaste.

Me gusta


A mí me gusta observar las estrellas,
a mí me gustan los cielos espesos,
a mí me gustan las lunas más bellas,
pero más me fascinan tus besos.

A mí me gusta en tu boca de fresa   
apreciar la fragancia de un beso,
y me gusta el sabor de quien besa
mis labios con libre embeleso.

A mí me gusta ser tu ángel en calma,
a mí gusta en tu sueño estar preso,
a mí me gustas de cuerpo y de alma,
y lo que más me gusta es tu beso.

La Noche en Trelew



Si la noche no fuera la que trae tus horas, yo tendría minutos de ahogados vacíos, un color sin motivo, otro gris en mi alcoba y una nota muy triste de un silencio extendido.

Si no fuera la luna la que palpita en tu rostro, yo ni astros vería en mis sombras eternas: no ardería en palabras, no alzaría tu nombre, ni sabrían mis labios de tu voz en la tierra. 

Si el color de los astros no alcanzara tus ojos, toda noche sabría de mi grito en el cielo, en edenes divinos, en terrenos lluviosos y en espacios sombríos de un infierno de fuego.

Si no fuera la luna la que palpita en tu rostro, yo ni astros vería en mis sombras eternas: no ardería en palabras, no alzaría tu nombre, ni sabrían mis letras de su olor a poema.

Si la noche no fuera la que trae tus horas, yo tendría minutos de ahogados vacíos, un color sin motivo, otro gris en mi alcoba y un amor que estaría eternamente escondido.

Cuando tenga tus labios


Cuando tenga tus labios, todo en mi vida será un beso: será un beso en las mañanas que me lleven a tu cuerpo y en la tarde enamorada que me haga sentir tu aliento.
¡Cuando un beso sea en tus labios, también lo seré en tu cuello, en tu cara y en tu pelo que son chispas de placer, y en el más vivo espacio de tu carne de mujer!

Cuando tenga tus labios, se hará un beso en nuestra alcoba: se hará un beso en esas noches que me unan a tu sombra y en la lluvia de ilusiones que construyan nuestras horas.  

Cuando tenga tus labios, todo en mi vida será un beso: será un beso en las mañanas que me abracen a tus pechos y en la tarde enamorada que me haga sentir tu aliento.
¡Cuando un beso sea en tus labios, también lo seré en tu alma, en tu pelo y en tu cara que son chispas de placer, y en el más vivo espacio de tu carne de mujer!

sábado, 1 de enero de 2011

Alexandra



Se observa la noche oscura 
en nuestra ciudad silente,
la luna da su blancura 
y ya va a dormir la gente.
A lo lejos, una ventana 
se logra ver encendida:
despierta hasta la mañana
se ve una niña escondida.
Con ojos de princesita, 
con párpados de doncella,
la niña ve la infinita
y frágil luz de una estrella.
Se mira en el alto cielo, 
se mira y explota en llanto:
se mira junto a su abuelo,
con ése que quiso tanto.
Se ve sentada en su pierna, 
colgada en un largo beso, 
y ella quisiera eterna
la escena de su regreso.
Y así, desde el firmamento,
su abuelo le da respuesta 
a todo lo que es lamento 
y a eso que en vida cuesta:
-“A veces la pena es honda
y luego el dolor se agranda.
Responda como responda,
¡así es la vida, Alexandra! 
Se ve la noche en tus ojos, 
pero nunca en tu corazón: 
el amor que damos a otros
es siempre mejor opción.
Me lloras por esta ausencia 
de carne, mas no de alma,
y yo, con libre insistencia,
te quiero brindar la calma.
No dejes que tu sonrisa 
en vida se vuelva oscura, 
sé como lo es la brisa
que es transparente y pura.
Tú debes alzar el vuelo 
y en vida sembrar tu vida.
Lo dice quien es tu abuelo,
aquel que nunca te olvida.
Tú siempre serás mi nieta, 
la niña de dulce encanto, 
y en esta vida secreta
te quiero y no sabes cuánto”.
Y así, desde el firmamento, 
su abuelo deja un consejo:
el sabio del cien por ciento
se hace al llegar a viejo.
Y con ojos de princesita, 
con párpados de doncella,
la niña ve la infinita
y frágil luz de una estrella.
Se ve otra vez en el cielo, 
se mira, sonríe y anda.
Y ahí repite el abuelo:
-¡Así es la vida, Alexandra!