Se ha muerto Marian, la de un ángel en su rostro, la mujer de las soñadas por el magno firmamento. Se ha muerto, se ha ido… y yo la siento alzada en la voz de mis recuerdos.
Se ha muerto Marian… se ha marchado la sonrisa que rimaba con los astros, la voz que parecía ser guiada por los vientos y el color de sus pupilas que eran firmes como el fuego.
Se ha ido, se ha muerto; y por ella va el silencio a encontrarse con la noche, va a buscar un nuevo brillo para darle a su mirada… -su mirada estaba hecha para entrar en los fulgores-.
Se ha muerto Marian, la ha agarrado el firmamento y la noche está sonriendo por haber ganado un astro. Se ha muerto, se ha ido… y yo gané otra lágrima en mi tórrido quebranto.
Se ha muerto Marian… pero hoy está tatuada cual la luz de mi ventana, más hermosa que la luna para dos enamorados y más firme que la gracia de cualquier chispa de mayo.
Se ha ido, se ha muerto; y el mundo está ignorando que otra estrella está en el cielo, la gente no parece darse cuenta que hay un astro… un astro con su nombre en la paz del firmamento.