domingo, 17 de octubre de 2010

Sonata a Marian



Se ha muerto Marian, la de un ángel en su rostro, la mujer de las soñadas por el magno firmamento.  Se ha muerto, se ha ido… y yo la siento alzada en la voz de mis recuerdos.

Se ha muerto Marian… se ha marchado la sonrisa que rimaba con los astros, la voz que parecía ser guiada por los vientos y el color de sus pupilas que eran firmes como el fuego.

Se ha ido, se ha muerto; y por ella va el silencio a encontrarse con la noche, va a buscar un nuevo brillo para darle a su mirada… -su mirada estaba hecha para entrar en los fulgores-. 

Se ha muerto Marian, la ha agarrado el firmamento y la noche está sonriendo por haber ganado un astro. Se ha muerto, se ha ido… y yo gané otra lágrima en mi tórrido quebranto.

Se ha muerto Marian… pero hoy está tatuada cual la luz de mi ventana, más hermosa que la luna para dos enamorados y más firme que la gracia de cualquier chispa de mayo.  

Se ha ido, se ha muerto; y el mundo está ignorando que otra estrella está en el cielo, la gente no parece darse cuenta que hay un astro… un astro con su nombre en la paz del firmamento.

sábado, 2 de octubre de 2010

Pensando



Pensando, desde mi alcoba,
en todo lo que tú fuiste,
la luna me encontró a solas
buscando un recuerdo triste.
Me fui con la blanca luna
a ver lo que fuiste un día,
y al verte, en toda blancura,
te amé con melancolía.
Te vi en el sudor secreto
del verso que emana amor,
en ese calor de ensueño
que gira sobre el sudor.
Decías que era tu hombre,
tú príncipe del castillo,
aquel que de los fulgores
te daba su mejor brillo.
Te vi en ese lecho umbrío
que ornaba tu desnudez,
en donde forjé un camino
que ardía en la lobreguez.
Pedías que yo te amara,
que hiciéramos un futuro,
y, amando, de madrugada,
te dije: "te lo aseguro".
Te vi cuando, en esa noche,
dijiste que me querías,
allí, donde en mi horizonte
se alzaban las alegrías.
Pensando, desde mi alcoba,
en todo lo que tú fuiste,
me fui a recordar las horas
de aquello que ya no existe.
Me fui con la blanca luna
a ver lo que fuiste un día,
y, al borde de la locura,
lloré a quien jamás fue mía.