lunes, 30 de agosto de 2010

Las tres coronas de la triste infanta


En su reino de polvo umbrío,
-lejano de un as de gloria-,
camina un amor perdido
que sola en los patios llora.
Lejos de la alabanza,
de toda la fe de un mundo,
gira sin más templanza
que la de un llorar profundo.
Sueña la infanta triste,
con tres coronas de perla:
dos que se miran grises
y otra que es negra al verla.
Nunca la amado nadie,
-nadie jamás lo hará-,
ni el vago de traje amable
ni el hombre de ropa audaz.
Sola quedó en su reino,
trizada en su pecho noble:
en ese lujoso infierno,
dicen que hundió su nombre.
Todos cuentan la historia
que arde en la triste infanta,
mas nadie sabe quién llora
en su hondo pesar del alma.
Dicen que fue un soldado,
cuentan fue un buzón,
mas, por lo comentado,
le arde en su corazón.
Ella, en su infancia herida,
rodó con sus tres coronas:
las grises que ató en su vida
y aquella que negra asoma.
La negra cubrió su frente
con perlas de un vil lamento,
y así la ignoró la gente
que rueda por todo el pueblo.

La flor de un poeta



Si fueras flor de mi huerto,
serías la más amada,
la flor de mi nuevo aliento,
la mágica y perfumada.
Si fueras mi flor selecta,
mi mano te cuidaría:
yo haría que fueras reina,
y todo mi amor daría.
Si el viento de la otoñada
te fuera a llevar tristeza,
yo haría que una palabra
te diera la fortaleza.
Y así pasaría el tiempo
amando a una flor secreta,
la cual seguiría siendo
hermosa y la más coqueta.

Si fueras flor de mi huerto,
serías la más amada:
la flor del eterno el verso
que aroma la madrugada.
Si fueras mi flor selecta,
mi mano te cuidaría:
serías la más contenta,
serías la poesía.
Si el viento de la otoñada
te fuera a llevar tristeza,
el verso del que te ama
saldría a sembrar belleza.
Y así pasaría el tiempo
amando a una flor secreta,
a esa del huerto eterno,
de quien yo sería un poeta.

domingo, 29 de agosto de 2010

Funeral



Se cubre la noche eterna,
la noche de mi final,
la lira de quien fue reina
y musa de mi ideal.
Se tiran las mil estrellas
de un cielo de cara azul,
y llora la tierra entera
al borde de su ataúd. 
Con ella se va la espina,
su flor y su voluntad,
y el bálsamo que da vida
a toda la sociedad.
Un sueño se va con ella,
un verso se va de mí:
se quita lo que se sueña,
se quita del porvenir.
Al ver su belleza amada,
tumbada sobre el cajón,
a mí se me corta el alma
y parte del corazón.
Ya giran las tibias flores
en aires de la agonía,
y giran por emociones
que suelen regar la vida.
La vida lleva a la muerte,
la muerte lleva al final,
y todo el amor terrestre
parece superficial.
Y yo que la amaba tanto
en horas de mi tristeza,
¿por quién viviré llorando
ahora que ya esta muerta?
¡Ay de la vida triste
que lleva a la soledad!
¡Sin ella el amor no sirve,
se esconde en la realidad!

sábado, 28 de agosto de 2010

Lunita



¡A Melissa le dicen Lunita!
¿Por qué le llaman así?
¿Será por blanca y bonita?
¿Será por su albo reír?
Si tiene los ojos de estrella,
los labios de luz infinita
y en todo silencio destella,
¿por qué le dicen Lunita?
La miro siempre sonriente,
la miro en su libre andar:
parece tan inocente,
parece estrella fugaz.
Alegre, sensible… y bella
como un placer diferente,
así yo la miro a ella
en un rincón de mi mente.
¿Por qué le dicen Lunita
a quien es más que la luna?
Melissa es más que bonita.
¡Así no existe ninguna!
Si la miro como doncella
de un trono de tanzanita,
es porque como es ella
no existe ninguna niñita.
La tengo sobre mi frente
en un bello pensamiento
parece tan inocente,
parece del firmamento.
Es más que luna y estrella.
¡Es siempre tan diferente!
Así yo la miro a ella
en un rincón de mi mente.

          A Melissa H. Madrid.

viernes, 27 de agosto de 2010

Promisión




Si a tu alma va el silencio de la noche demacrada, de mí tendrás un sueño de colores cristalinos: si no puede alguna estrella ser un brillo en tu ventana, yo he de hacerte algún cometa que ilumine tus caminos.   
Si te sigue aquel murmullo de la tórrida palabra, de mí tendrás un coro de querubes ejemplares: si te alejas del susurro de quien te ha arañado el alma, yo he de hacer que un paraíso te abra un mundo de ideales.   

Cuando a ti vaya la bruma de una ingrata soledad, yo sabré darte el abrazo de la humana compañía: cuando en ti esté la muralla del olvido y del pesar, yo he de ser el que en un canto te construya la alegría. 
Cuando a ti vaya la nube de una lágrima fugaz, yo sabré secar tus ojos con cariño y con placer: cuando en ti esté la desdicha de una duda en tu pensar, yo he de ser el que derribe tus lamentos de mujer.

Si a tu pecho va un latido de trizadas emociones, de mí tendrás el verso que restaura a un corazón: si no tienes el sonido de una música en tu nombre, yo he de hacerte dulces notas de una mágica canción.
Si te sigue aquella luna de la ingrávida distancia, de mí tendrás un alma que jamás te hará un desprecio: si te alejas de este canto que tan sólo lleva calma, yo he de hacer que mi presencia se transforme en un silencio. 

Fotografía




Soy ángel de tu silencio
al ver tu fotografía,
ángel que pide al viento
que sepa traerte un día.
Yo, que por ver tu foto
salí de mi vil rincón,
pido que no haya otro
que vaya a tu corazón.
Puede que esté distante
tu beso de tibia rosa,
pero, por ser tu ángel,
iré por tu boca hermosa.


Soy ángel de esa mirada
del verso de tu verdor,
aquel que le da palabra
al arte de ser tu amor.
Por esa fotografía
que llena mi soledad,
yo busco llenar la vida
con liras de tu bondad.
Sé que es una quimera
amar a tanta distancia,
pero por tu belleza
el ángel irá a tu estancia.

jueves, 26 de agosto de 2010

Mirando el mar




Todas las tardes, cuando sube el arrebol,
se sienta una niña en las tibias arenas;
con el alma en la brisa y el ojo en el sol,
ella lanza su sueño y libera sus penas.

Se asoma la lira y se esconde un secreto
que busca el amor de un príncipe azul;
amor que ya tuvo, fue verso incompleto
con letra de vago y con canto gandul.

Su beso del sueño quiere ver su gaviota
anidada en el labio del radiante varón;
colgada, girando en un verso que brota 
al latir en su pecho el mayor corazón.

Su sueño de niña se sumerge en el mar
su canto de nube se pierde en la brisa:
ella busca su amante, ella busca soñar
y con ello se logra esbozar su sonrisa. 

Se acuesta la tarde, se levanta el arrebol,
y una niña se sienta a mirar la marea;
con el alma en la brisa y el ojo en el sol,
ella pinta ese sueño que libre flamea. 

Su rezo de musa quiere hallar un poeta
que le llene con lira su canto afligido; 
quiere ser en la brisa una simple saeta
y eterna clavarse a su amante elegido.

Su amor de sirena se dibuja en las olas 
y a su príncipe azul le pinta en el mar;
se escucha su verso con dos caracolas,
se escucha su pecho con un suspirar.

Se ocultan los soles, se asoma la estrella,
ya viene la noche, y la niña entristece:
amor, que ella sueña, no deja su huella,
amor, que ella pide, no nace ni crece.

Todas las tardes, cuando sube el arrebol,
se sienta, esta niña, en el mismo lugar;
con el alma en la brisa y el ojo en el sol,
el amor que venera lo tiene en el mar. 

miércoles, 25 de agosto de 2010

La carta de un astro



Se cuelga la noche… y empiezo a escribirte. Es siempre de noche en la luz del poema -aquel que me abraza con voz de cristal-: la lira del verso amerita respuesta y un poco de magia de azul nocturnal. 
Me dice esta carta que tú estás presente: presente en el verso de luna serena, en toda la brisa que rima en mi frente y en todo el silencio que cubre al poema.  
Te escribo una carta de aromas silentes, de flores furtivas que nacen del alma y, sin que yo sepa la frase que viene, un astro consigue enhebrar mis palabras.   
De todos los versos que surcan mi mente, hay uno que busca escribir tu sonrisa, hablarte del vuelo del astro de siempre y luego… contarte que tú abres su dicha.
Un astro me cuenta de tu alma en un sueño, de aquella penumbra que poco motiva; y tú, que caminas soñando en tu vuelo, ignoras que un astro por siempre ilumina.
Tú tienes un astro colgado en tu pecho, que alumbra las noches de tu corazón. Tú tienes un brillo de albores de fuego y un rayo de rosas que esparce pasión.    
Cuida la estrella que eterna palpita, la estrella que sabe cumplir con tu anhelo, y cuando no encuentres su luz infinita, medita un momento… y busca en el cielo.

martes, 24 de agosto de 2010

Manifiesto


Venga a mí la noche de los sueños apagados, el sudor de los que lloran con las manos en la almohada y el rugido del alma que se arrastra por cansancio. Caiga en mí la palabra del que cree en lo que es justo y  el sabor de la frente de la gente estremecida.

Soy un poeta desde que aprendí a contar las lágrimas de mi eterno sufrimiento. Sí, es cierto, yo soy un poeta de barrio, yo soy un poeta de pueblo, pero jamás fui un rastrero, ni insulso ni iluso.

Conozco el dolor… y los versos que se empapan en los charcos sangrientos de mi triste sentimiento, y he sido constante. Sí, es verdad, ser consecuente no te hace inteligente, pero te hace valiente a los ojos del consciente.

Soy un poeta, mas no quiero las alas de los seres fabulosos -jamás las he querido-. A mí sólo me importa que el humilde vea en tierra su deseado paraíso y que pueda saborear lo que bebe el poderoso: "lo que beben las rosas, lo anhelan las malezas".

Pase lo que pase, pierda quien pierda, el amor hallará el vuelo de quien siempre abrió su pecho. A la tierra vino el hombre que luchó con su mujer, y a los cielos irán almas de destinos pisoteados. Y, algún día, en algún lugar, los seres de la baja luna sabrán elevar mi nombre.

No, no me alegra el ir triste por la vida, ni me solazo con las manos del que aporta con migajas. Por ser poeta, aplaudo a aquellos que han tenido la fortuna de aguantar a un negrero; yo... no aguanto a ninguno.